jueves, febrero 28

El Sexo segun Isabel Allende

El sexo, según Isabel Allende El sexo, según la escritora chilena Isabel Allende En este texto, que se publicó por primera vez hace más de diez años y que Isabel Allende ha revisado y actualizado para su publicación en su página oficial, la autora hace una exhaustiva cronología de sus relaciones con el sexo, desde una confesión precoz a los cinco años, hasta su actual condición de abuela, pasando por el boom del informe Kinsey y la revolución sexual de los setenta.Mi vida sexual comenzó temprano, más o menos a los cinco años, en el kindergarten de las monjas ursulinas, en Santiago de Chile. Supongo que hasta entonces había permanecido en el limbo de la inocencia, pero no tengo recuerdos de aquella prístina edad anterior al sexo. Mi primera experiencia consistió en tragarme casualmente una pequeña muñeca de plástico. Te crecerá adentro, te pondrás redonda y después te nacerá un bebe me explicó mi mejor amiga, que acababa de tener un hermanito ¡Un hijo! Era lo último que deseaba. Siguieron días terribles, me dio fiebre, perdí el apetito, vomitaba. Mi amiga confirmó que los síntomas, eran iguales a los de su mamá. Por fin una monja me obligó a confesar la verdad.- Estoy embarazada - admití hipando. Me ví cogida de un brazo y llevada por el aire hasta la oficina de la Madre Superiora. Así comenzó mi horror por las muñecas Y mi curiosidad por ese asunto misterioso cuyo solo nombre era impronunciable: sexo.
Las niñas de mi generación carecíamos de instinto sexual, eso lo inventaron Master y Johnson mucho después. Sólo los varones padecían de ese mal que podía conducirlos al infierno y que hacía de ellos unos faunos en potencia durante todas sus vidas.Cuando una hacía alguna pregunta escabrosa, había dos tipos de respuesta, según la madre que nos tocara en suerte. La explicación tradicional era la cigüeña que venía de París y la moderna era sobre flores y abejas.Mi madre era moderna, pero la relación entre el polen y la muñeca en mi barriga me resultaba poco clara. A los siete años me prepararon para la Primera Comunión. Antes de recibir la hostia había que confesarse. Me llevaron a la iglesia, me arrodillé detrás de una cortina de felpa negra y traté de recordar mi lista de pecados, pero se me olvidaron todos. En medio de la oscuridad y el olor a incienso escuche una voz con acento de Galicia.-¿Te has tocado el cuerpo con las manos?-SÍ, padre.-¿A menudo, hija?-Todos los días...-¡Todos los días! Ésa es una ofensa gravísima a los ojos de Dios, la pureza es la mayor virtud de una niña, ¡Debes prometer que no lo harás más!. Prometí, claro, aunque no imaginaba como podría lavarme la cara o cepillarme los dientes sin tocarme el cuerpo con las manos. (Este traumático episodio me sirvió para "Eva Luna", treinta y tantos años más tarde. Una nunca sabe para qué se está entrenando).Nací al sur del mundo, durante la Segunda Guerra Mundial, en el seno de una familia emancipada e intelectual en algunos aspectos y casi paleolítica en otros. Me crié en el hogar de mis abuelos, una casa estrafalaria donde deambulaban los fantasmas invocados por mi abuela con su mesa de tres patas. Vivian allí dos tíos solteros, un poco excéntricos, como casi todos los miembros de mi familia. Uno de ellos había viajado a la India y le quedó el gusto por los asuntos de los fakires, andaba apenas cubierto por un taparrabos recitando los 999 nombres de Dios en sánscrito. El otro era un personaje adorable, peinado como Carlos Gardel y amante apasionado de la lectura. (Ambos sirvieron de modelos -algo exagerados, lo admito-para Jaime y Nicolás en "La casa de los espíritus"). La casa estaba llena de libros, se amontonaban por todas partes, crecían como una flora indomable, se reproducían ante nuestros ojos. Nadie censuraba o guiaba mis lecturas y así leí al Marqués de Sade, pero creo que era un texto muy avanzado para mi edad y el autor daba por sabidas cosas que yo ignoraba por completo, me faltaban referencias elementales. El único hombre que había visto desnudo era mi tío, el fakir, sentado en el patio contemplando la luna y me sentí algo defraudada por ese pequeño apéndice que cabía holgadamente en mi estuche de lápices de colores ¿Tanto alboroto por eso?.A los once años yo vivía en Bolivia. Mi madre se había casado con un diplomático, hombre de ideas avanzadas, que me puso en un colegio mixto. Tarde meses en acostumbrarme a convivir con varones, andaba siempre con las orejas rojas y me enamoraba todos los días de uno diferente. Los muchachos eran unos salvajes cuyas actividades se limitaban al fútboly las peleas del recreo, pero mis compañeras estaban en la edad de medirse el contorno del busto y anotar en una libreta los besos que recibían. Había que especificar detalles: quién, dónde, cómo. Había algunas afortunadas que podían escribir: Felipe, en el baño, con lengua. Yo fingía que esas cosas no me interesaban, me vestía de hombre y me trepaba a los árboles para disimular que era casi enana y menos sexy que un pollo.
En la clase de biología nos enseñaban algo de anatomía y el proceso de fabricación de los bebés, pero era muy difícil imaginarlo. Lo más atrevido que llegamos a ver en una ilustración fue una madre amamantando a un recién nacido. De lo demás no sabíamos nada y nunca nos mencionaron el placer, así es que el meollo del asunto se nos escapaba ¿Por qué los adultos hacían esa cochinada? La erección era un secreto bien guardado por los muchachos, tal como la menstruación lo era por las niñas.
La literatura me parecía evasiva y yo no iba al cine, pero dudo que allí se pudiera ver algo ético en esa Época. Las relaciones con los muchachos consistían en empujones, manotazos y recados de las amigas:
- Dice el Keenan que quiere darte un beso, dile que sí pero con los ojos cerrados, dice que ahora ya no tiene ganas, dile que es un estúpido, dice que más estúpida eres tu y así nos pasábamos todo el año escolar.La máxima intimidad consistía en masticar por turnos el mismo chicle. Una vez pude luchar cuerpo a cuerpo con el famoso Keenan, un pelirrojo a quien todas las niñas amábamos en secreto. Me sacaba sangre de narices, pero esa mole pecosa y jadeante aplastándome contra las piedras del patio, es uno de los recuerdos más excitantes de mi vida.En otra ocasión me invitó a bailar en una fiesta. A La Paz no había llegado el impacto del rock que empezaba a sacudir al mundo, todavía nos arrullaban Nat King Cole y Bing Crosby (¡Oh, Dios! ¿Era eso la prehistoria?). Se bailaba abrazados, a veces chic-to-chic, pero yo era tan diminuta que mi mejilla apenas alcanzaba la hebilla del cinturón de cualquier joven normal. Keenan me apretó un poco y sentí algo duro a la altura del bolsillo de su pantalón y de mis costillas. Le di unos golpecitos con las puntas de los dedos y le pedí que se quitara las llaves, porque me hacían daño. Salió corriendo y no regresó a la fiesta.Ahora, que conozco más de la naturaleza humana, la única explicación que se me ocurre para su comportamiento es que tal vez no eran las llaves.En 1956 mi familia se había trasladado al Líbano y yo había vuelto a un colegio de señoritas, esta vez a una escuela inglesa cuáquera, donde el sexo simplemente no existía, había sido suprimido del universo por la flema británica y el celo de los predicadores.Beirut era la perla del Medio Oriente. En esa ciudad se depositaban las fortunas de los jeques, había sucursales de las tiendas de los más famosos modistos y joyeros de Europa, los Cadillacs con ribetes de oro puro circulaban en las calles junto a camellos y mulas. Muchas mujeres ya no usaban velo y algunas estudiantes se ponían pantalones, pero todavía existía esa firme línea fronteriza que durante milenios separó a los sexos. La sensualidad impregnaba el aire, flotaba como el olor a manteca de cordero, el calor del mediodía y el canto del muecín convocando a la oración desde el alminar.El deseo, la lujuria, lo prohibido... Las niñas no salían solas y los niños también debían cuidarse. Mi padrastro les entregó largos alfileres de sombrero a mis hermanos, para que se defendieran de los pellizcos en la calle.En el recreo del colegio pasaban de mano en mano foto-novelas editadas en la India con traducción al francés, una versión muy manoseada de "El amante de Lady Chaterley" y pocket-books sobre orgías de Calígula. Mi padrastro tenía "Las "Mil y Una Noches" bajo llave en su armario, pero yo descubrí la manera de abrir el mueble y leer a escondidas trozos de esos magníficos libros de cuero rojo con letras de oro. Me zambullí en el mundo sin retorno de la fantasía, guiada por huríes de piel de leche, genios que habitaban en las botellas y príncipes dotados de un inagotable entusiasmo para hacer el amor. Todo lo que había a mi alrededor invitaba a la sensualidad y mis hormonas estaban a punto de explotar como granadas, pero en Beirut vivía prácticamente encerrada.Las niñas decentes no hablaban siquiera con muchachos, a pesar de lo cual tuve un amigo, hijo de un mercader de alfombras, que me visitaba para tomar Coca-Cola en la terraza. Era tan rico, que tenía motoneta con chofer. Entre la vigilancia de mi madre y la de su chofer, nunca tuvimos ocasión de estar solos.
Yo era plana. Ahora no tiene importancia, pero en los cincuenta eso era una tragedia, los senos eran considerados la esencia de la feminidad.La moda se encargaba de resaltarlos: sweater ceñido, cinturón ancho de elástico, faldas infladas con vuelos almidonados. Una mujer pechugona tenía el futuro asegurado. Los modelos eran Jane Mansfield, Gina Lollobrigida, Sofía Loren.
¿Qué podía hacer una chica sin pechos? Ponerse rellenos. Eran dos medias esferas de goma que a la menor presión se hundían sin que una lo percibiera. Se volvían súbitamente cóncavos, hasta que de pronto se escuchaba un terrible plop-plop y las gomas volvían a su posición original, paralizando al pretendiente que estuviera cerca y sumiendo a la usuaria en atroz humillación. También se desplazaban y podía quedar una sobre el esternón y la otra bajo el brazo, o ambas flotando en la alberca detrás de la nadadora.
En 1958 el Líbano estaba amenazado por la guerra civil. Después de la crisis del Canal de Suez se agudizaron las rivalidades entre los sectores musulmanes, inspirados en la política panar·biga de Gamal Abder Nasser, y el gobierno cristiano. El Presidente Camile Chamoun pidió ayuda a Eisenhower y en julio desembarcó la VI Flota norteamericana. De los portaaviones desembarcaron cientos de marines bien nutridos y ávidos de sexo. Los padres redoblaron la vigilancia de sus hijas, pero era imposible evitar que los jóvenes se encontraran. Me escapé del colegio para ir a bailar con los yanquis. Experimenté la borrachera del pecado y del rockn'roll. Por primera vez mi escaso tamaño resultaba ventajoso, porque con una sola mano los fornidos marines podían lanzarme por el aire, darme dos vueltas sobre sus cabezas rapadas y arrastrarme por el suelo al ritmo de la guitarra frenética de Elvis Presley. Entre dos volteretas recibí el primer beso de mi carrera y su sabor a cerveza y a Ketchup me duró dos años.Los disturbios en el Líbano obligaron a mi padrastro a enviar a los niños de regreso a Chile. Otra vez viví en la casa de mi abuelo. A los quince años, cuando planeaba meterme a monja para disimular que me quedaría solterona, un joven me distinguió por allí abajo, sobre el dibujo de la alfombra, y me sonrió. Creo que le divertía mi aspecto. Me colgué de su cintura y no lo solté hasta cinco años después, cuando por fin acepto casarse conmigo. La píldora anticonceptiva ya se había inventado, pero en Chile todavía se hablaba de ella en susurros. Se suponía que el sexo era para los hombres y el romance para las mujeres, ellos debían seducirnos para que les diéramos la prueba de amor" y nosotras debíamos resistir para llegar "puras" al matrimonio, aunque dudo que muchas lo lograran. No sé exactamente cómo tuve dos hijos.Y entonces sucedió lo que todos esperábamos desde hacia varios años.La ola de liberación de los sesenta recorrió América del Sur y llegó hasta ese rincón al final del continente donde yo vivía. Arte pop, mini-falda, droga, sexo, bikini y los Beattles. Todas imitábamos a Brigitte Bardot, despeinada, con los labios hinchados y una blusita miserable a punto de reventar bajo la presión de su feminidad.De pronto un revés inesperado: se acabaron las exuberantes divas francesas o italianas, la moda impuso a la modelo inglesa Twiggy, una especie de hermafrodita famélico. Para entonces a mí me habían salido pechugas, así es que de nuevo me encontré al lado opuesto del estereotipo. Se hablaba de orgías, intercambio de parejas, pornografía. Salo se hablaba, yo nunca las vi. Los homosexuales salieron de la oscuridad. Cumplí 28 años sin imaginar como lo hacen. Surgieron los movimientos feministas ytres o cuatro mujeres nos sacamos el sostén, lo ensartamos en un palo de escoba salimos a desfilar, pero como nadie nos siguió, regresamos abochornadas a nuestras casas. Florecieron los hippies y durante varios años anduve vestida con harapos y abalorios de la India. Intenté fumar marihuana pero después de aspirar seis cigarros sin volar ni un poco, comprendí que era un esfuerzo inútil.Paz y amor. Sobre todo amor libre, aunque para mí llegaba tarde, porque estaba irremisiblemente casada.Mi primer reportaje en la revista donde trabajaba fue un escándalo.Durante una cena en casa de un renombrado político, alguien me felicitó por un artículo de humor que había publicado y preguntó si no pensaba escribir algo en serio. Respondí lo primero que me vino a la mente: -Sí, me gustaría entrevistar a una mujer infiel -. Hubo un silencio gélido en la mesa y luego la conversación derivó hacia la comida. Pero a la hora del café la dueña de casa -treinta y ocho años, delgada, ejecutiva en una oficina gubernamental, traje Chanel- me llevó aparte y me dijo que si le juraba guardar el secreto de su identidad, ella aceptaba ser entrevistada.Al día siguiente me presenté en su oficina con una grabadora. Me contó que era infiel porque disponía de tiempo libre después de almuerzo, porque el sexo era bueno para el ánimo, la salud y la propia estima y porque los hombres no estaban tan mal, después de todo. Es decir, por las mismas razones de tantos maridos infieles, posiblemente el suyo entre ellos.No estaba enamorada, no sufría ninguna culpa, mantenía una discreta garzoniere que compartía con dos amigas tan liberadas como ella. Mi conclusión, después de un simple cálculo matemático, fue que lasmujeres son tan infieles como los hombres, porque si no ¿Con quien lo hacen ellos? No puede ser sólo entre ellos o todos siempre con el mismo puñado de voluntarias. Nadie perdonó el reportaje, como tal vez lo hubieran hecho si la entrevistada tuviera un marido en silla de ruedas y un amante desesperado. El placer sin culpa ni excusas resultaba inaceptable en una mujer. A la revista llegaron cientos de cartas insultándonos.Aterrada, la directora me ordenó escribir un artículo sobre "la mujer fiel". Todavía estoy buscando una que los sea por buenas razones. Eran tiempos de desconcierto y confusión para las mujeres de mi edad.Leíamos el Informe Kinsey, el Kamasutra y los libros de las feministas norteamericanas, pero no lográbamos sacudirnos la moralina en que nos habían criado. Los hombres todavía exigían lo que no estaba dispuestosa ofrecer, es decir, que sus novias fueran vírgenes y sus esposas castas. Las parejas entraron en crisis, casi todas mis amistades se separaron.En Chile no hay divorcio, lo cual facilita las cosas, porque la gente se separa y se junta sin trámites burocráticos. Yo tenía un buen matrimonio y drenaba la mayor parte de mis inquietudes en mi trabajo. Mientras en la casa actuaba como madre y esposa abnegada, en la revista y en mi programa de televisión aprovechaba cualquier excusa para hacer en público lo que no me atrevía a hacer en privado, por ejemplo, disfrazarme de corista, con plumas de avestruz en el trasero y una esmeralda de vidrio pegada en el ombligo. En 1975 mi familia y yo abandonamos Chile, porque no podíamos seguir viviendo bajo la dictadura del General Pinochet. El apogeo de la liberación sexual nos sorprendió en Venezuela, un país cálido, donde la sensualidad se expresa sin subterfugios. En las playas se ven machos bigotudos con unos bikinis diseñados para resaltar lo que contienen. Las mujeres más hermosas del mundo (ganan todos los concursos de belleza), caminan por la calle buscando guerra, al son de una música secreta que llevan en las caderas. En la primera mitad de los 80 no se podía ver ninguna película,excepto las de Walt Disney, sin que aparecieran por lo menos dos criaturas copulando. Hasta en los documentales científicos había amebas o pingüinos que lo hacían. Fui con mi madre a ver "El Imperio de los Sentidos" y no se inmutó. Mi padrastro les prestaba sus famosos libros eróticos a los nietos, porque resultaban de una ingenuidad conmovedora comparados con cualquier revista que podían comprar en los kioscos. Había que estudiar mucho para salir airosa de las preguntas de los hijos (Mamá ¿Qué es pedofilia?) y fingir naturalidad cuando las criaturas inflaban condones y los colgaban como globos en las fiestas de cumpleaños.Ordenando el closet de mi hijo adolescente encontré un libro forrado enpapel marrón y con mi larga experiencia adiviné el contenido antes deabrirlo. No me equivoqué, era uno de esos modernos manuales que secambian en el colegio por estampas de futbolistas. Al ver a dos amantesfrotándose con mousse de salmón me di cuenta de todo lo que me habíaperdido en la vida. ¡Tantos años cocinando y desconocía los múltiplesusos del salmón!. ¿En qué habíamos estado mi marido y yo durante todoese tiempo? Ni siquiera teníamos un espejo en el techo del dormitorio.Decidimos ponernos al día, pero después de algunas contorsiones muypeligrosas -como comprobamos más tarde en las radiografías decolumna- amanecimos echándonos linimento en las articulaciones, en vezde mousse en el punto G.Cuando mi hija Paula terminó el colegio entró a estudiar Psicologíacon especialización en sexualidad humana. Le advertí que era unaimprudencia, que su vocación no sería bien comprendida, no estábamosen Suecia.Pero ella insistió. Paula tenia un novio siciliano cuyos planes erancasarse por la iglesia y engendrar muchos hijos, una vez que ellaaprendiera a cocinar pasta. Físicamente mi hija engañaba a cualquiera,parecía una virgen de Murillo, grácil, dulce, de pelo largo y ojoslánguidos, nadie imaginaría que era experta en esas cosas. En mediodel Seminario de Sexualidad yo hice un viaje a Holanda y ella me llamo porteléfono para pedirme que le trajera cierto material de estudio. Tuveque ir con una lista en la mano a una tienda en Amsterdam y comprar unosartefactos de goma rosada en forma de plátanos. Eso no fue lo másbochornoso.Lo peor fue cuando en la aduana de Caracas me abrieron la maleta ytuve que explicar que no eran para mí, sino para mi hija. Paula empezó acircular por todas partes con una maleta de juguetes pornográficos yel siciliano perdió la paciencia. Su argumento me pareció razonable: noestaba dispuesto a soportar que su novia anduviera midiéndole losorgasmos a otras personas.Mientras duraron los cursos, en casa vimos videos con todas lascombinaciones posibles: mujeres con burros, parapléjicos consordomudas, tres chinas y un anciano, etc.Venían a tomar el te transexuales, lesbianas, necrofílicos, onanistas,y mientras la virgen de Murillo ofrecía pastelitos, yo aprendía cómo loscirujanos convierten a un hombre en mujer mediante un trozo de tripa.La verdad es que pase años preparándome para cuando nacieran misnietos. Compré botas con tacones de estilete, látigos de siete puntas, muñecasinfladas con orificios practicables y bálsamos afrodisíacos, aprendíde memoria las posiciones sagradas del erotismo hindú y cuando empezaba aentrenar al perro para fotos artísticas, apareció el Sida y la liberación sexual se fue al diablo.En menos de un año todo cambió. Mi hijo Nicolás se cortó los mechones verdes que coronaban su cabeza, se quitó sus catorce alfileres de las orejas y decidió que era más sano vivir en pareja monógama. Paula abandonó la sexología, porque parece que ya no era rentable, y en cambio se propuso hacer una maestría en educación cognoscitiva y aprender a cocinar pastacon la esperanza de encontrar otro novio. Lo encontró, se casaron y luego vino la muerte y se la llevó, pero ésa es otra historia.Yo compré ositos de peluche para los futuros nietos, me comí la mousse de salmón y ahora cuido mis flores y mis abejas.Isabel Allende

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¡ANIMO! TODO LLEGA...

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Sólo debemos fluir con el río de la existencia.

Formo un majestuoso corazón, con el fraternal sonido de este mensaje, para que sientas el latido de la sublime luz que ahora te envuelve. No intentes comprender estas palabras a través de la razón, pues vibran en otra frecuencia que tu alma reconoce. Mi espíritu pulsa estas letras doradas, que viajan hacia tu espacio interior sagrado, para que la intensa espera no resquebraje tu confianza en el inminente despertar humano. Animo. Todo llega.

Aunque a veces no lo recordemos, también vinimos con la intención de aprender y eso seguimos haciendo. Estos son momentos especiales, en donde uno descubre nuevos niveles de comprensión gracias a las vivencias. Por increíble que parezca, en el camino de ascensión siempre hay una vuelta de tuerca más, que nos permite reconocer la infinita sabiduría que fluye por el mágico entramado de la escuela de la vida, donde todo enseña.

¿Suponíamos que habíamos desarrollado el temple necesario como para saber esperar? Una cosa es aguardar en un contexto armónico, sin mayores sobresaltos, pero otra muy diferente es aprender a esperar en el límite de nuestras fuerzas, en medio de un contexto agitado y hostil, donde todo transcurre con demasiada celeridad. No desesperes. Estas aleccionadoras instancias liman las impurezas y dan un atractivo brillo a la constancia.

¿Comprendes por qué se remarcaba tanto la importancia de haber encarnado en esta era? En este tramo final, una a una caerán nuestras supuestas verdades a medida que nuestros cuerpos se abran –a través del amor- hacia las dimensiones más profundas de nuestro Ser. No temas. Sé que cuesta reconocer que pronto te reirás del punzante eco mental que hoy te aturde al reprocharte que tal vez todo fue en vano, por eso insisto en que confíes.

Sientete en paz. Hiciste lo necesario. Tus manos están vacías. Diste aquello que traías para ayudar a humanizar. Ahora es tiempo de una paciente espera activa, donde ya no serás consciente de tu fecunda entrega, pues forma parte de tu naturaleza cristalina. Recapitular cada experiencia te permitirá descubrir el hilo invisible que todo lo unió, dando sentido, incluso, a las pequeñas cosas que en su momento nada parecían tener con tu vida.

Este cálido y vibrante corazón que hoy te ha abrazado, es el signo irrebatible de una naciente humanidad, más sensible y despierta. Sus bellos latidos te recuerdan que los últimos pasos de un desafiante camino siempre parecen eternos, pero es sólo una ilusión. No olvides que con tu sonrisa se multiplica la alegría que nutre la esperanza. Sigamos aprendiendo, con fe y entusiasmo, bajo la hermosa luz del Sol. Animo. Todo llega.





Gracias

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Eres mi puerta al futuro

la luz del universo resplandeciente

lo que hoy admiro y amo

la flor que permanece firme

la brisa que sonríe a la mañana

mi paz, mi pensamiento libre

la calma de lo ayer pisado

una esencia, una idea sublime

por ti hoy renacen las cenizas

se vuelven blancos todos los grises

digo adiós a un pasado terco

dejo fluir en mi, nuevos matices

me despido de ti dolencia

aunque me acompañaste en mi silencio

abro ventanas, no cierro puertas

vivo lo real de cada sueño...



Gracias por recordarme

que no todos los poemas

son palabras tristes

que la soledad puede cambiarse

que es mi decisión y que de mi depende

la felicidad.

Te amo





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"No recuerdo tristezas, ni llantos, ni penas, ni dolores, ni siquiera recuerdo silencios oscuros, solo tengo de ti, tu sonrisa y tu bello estar conmigo"

"En mis relaciones siempre hay una maravillosa armonía. La persona a quien ahora busco también me busca"

Anita

http://anitaalmarza.blogspot.com/

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Los 7 hábitos de AMOR

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Los 7 hábitos de AMOR







Los siete hábitos mortales







Muchas personas tenemos estos 7 hábitos mortales, sin darnos cuenta de ello:











1. Castigar







2. Quejarse







3. Culpar







4. Amenazar







5. Perseguir







6. Criticar







7. Sobornar















Estos hábitos conducen a que la mayor parte de sus problemas emocionales estén directamente vinculados con el hecho de que usted ha aprendido a tratar de controlar a las personas que lo rodean. Aprendemos esos hábitos en nuestra infancia de maestros, padres, abuelos y otros.











EJEMPLO:







Limpia la habitación, sino, no hay televisión para ti esta noche (castigo).







Esas galletas que preparé serán para ti cuando todo esté limpio y ordenado. (soborno).







Después de pasar años expuesto a esta forma de manipular, finalmente comienza a utilizarla también. Probablemente se limpiará la habitación, pero no quedará una buena relación.







El problema práctico de tratar de controlar a otros es que, cada vez que usted cumple, soborne, se queje, critique, castigue o amenace a alguien, encontrará resistencia, le responderán, lucharán; de hecho la ignorarán, mentirán, harán las cosas a escondidas o acudirán a un millón de medios, para hacer que usted retroceda. Es simplemente la naturaleza humana.







Estamos genéticamente programados para resistir cuando alguien nos trata de obligar a hacer algo que no queremos. Tal vez sea más pronunciado en una persona que en otra, pero a menos que usted reconozca lo que está haciendo y aprenda a buscar lo que desea en una relación, sin tratar de controlar a los demás, todas sus relaciones se convertirán en una lucha por el poder que harán sufrir a todos los involucrados.















EN CONTRAPOSICION…















LOS 7 HÁBITOS DE AMOR DE LAS PERSONAS REALMENTE FELICES







La mejor manera de eliminar los 7 hábitos mortales es reemplazarlos con los 7 hábitos de amor:







1. Apoyar







2. Estimular







3. Escuchar







4. Aceptar







5. Confiar







6. Respetar







7. Negociar las diferencias.















Pareciera fácil, ya que lo único que uno necesita hacer es aceptar a la gente tal como es. Pero, al igual que muchas cosas valiosas en la vida, los hábitos del amor son más difíciles de poner en práctica de lo que uno podría imaginar, especialmente si representan la personalidad que usted se ha formado. Algunos aspectos que pueden ayudar:















Hágase un análisis realista:







¿Tiene usted los 7 hábitos mortales?







¿Cómo le habló esta mañana a la gente con quien vive? ¿Las estimuló a realizar lo que habían planeado para el DIA?







Escuche con atención: Trate a las personas como si ellos fueran sus mejores amigos. Escuche cada palabra, busque el tiempo para sentarse con las personas y realmente prestarle atención sin distraerse con teléfonos celulares o las exigencias de otras personas.







Visualice su nuevo yo: Haga una imagen mental de usted como una persona que practica los 7 hábitos de amor.















Consérvela en la mente y acuda a ella cuando esté hablando con sus seres queridos, para ver si está actuando como una persona que sabe dar amor.







Haga la pregunta adecuada: En el instante en que surge la necesidad de culpar, quejarse, criticar, insistir, amenazar, castigar o sobornar, antes de decir nada, deténgase y pregúntese ¿Es esto realmente importante?







Acepte la realidad: Uno debe comprender que la única persona que puede cambiar es uno mismo. Cuando usted tiene una diferencia con una persona que es importante en su vida, negocie.







Escoja un modelo: Cuáles son las personas a las que admira más, pregúntese que harían ellas antes de reaccionar con uno de los 7 hábitos mortales.







Escriba sobre sus experiencias: Haga un diario, lo que le ayudará a atravesar la transición y ver sus progresos.























LOS 7 HÁBITOS MORTALES vs. 7 HÁBITOS DE AMOR







CONVIERTA:















Culpar - Aceptar







Sobornar - Estimular







Quejarse - Escuchar







Criticar - Respetar







Perseguir - Solucionar diferencias







Castigar - Apoyar







Amenazar - Confia



¿Quièn soy?

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En el principio vivì momentos en la vida, donde me maravillè, y me horroricè. Caminè por lugares que jamás soñé; amè, dejè, me dejaron, discriminè... y aborrecida de todo me refugié en mí misma, y luego me enfoquè hacia dentro. Busqué en mis ojos, en mis cabellos, en mis manos, en mis brazos, en mi sangre, en mis piernas, en mis genitales, y hasta en mi corazón, pero no encontré nada que me hiciera sentir superior o inferior. Solamente me sentí yo misma. Y comprendí que nadie más que yo, podía retomar el camino andado y aceptar lo que es y lo que no.

Luego salí de nuevo al mundo, y reí y lloré, clamé por dentro y por fuera, hablé con todos y con nadie, verifiqué mis opciones, tropecé y caí. Me enderecé, y regresé a mi lugar. Despuès acostada en mi cama, le pregunté a Dios ¿Quién soy? ¿què hago aquí? Y solamente recibí el silencio más absoluto, pero cuando cerré mis ojos, pude soñar con mi vida, y lo que puedo llegar a hacer si me lo propongo. Reí, y me reacomodé en mi interior. Acaricié mi alma y mi corazón. Me dije que nadie puede hacerme sentir lo que no quiero, y mi alma y mi corazón siempre fueron los motores de mis enseñanzas. Perdoné y meditè nuevamente. Di un paso y otro; comprendí que estoy viva, y que cometo errores a cada momento. Me pregunté por què amargarme la vida, si yo solamente creo mis barreras y hasta me creo mis fantasías.

Pero me puse de pie bajo el sol, y me pregunté si los demás sentían el mismo calor que yo, y mi respuesta fue: SÍ! Y me puse de pie bajo la luna y las estrellas, y me pregunté si ellos sentían la misma melancolía que yo, y mi respuesta fue: SÍ. Y en ése momento me di cuenta que aquí bajo el cielo sentimos lo mismo."Eres lo peor de lo peor, eres nula, no sirves para nada, eres una molestia, ¿Por qué has nacido? ¿No sabes hacer nada bien?", y miles de cosas más me dijeron y opinaron sobre mí; y yo les dije: Por favor Demuéstrenmelo.

Y todos se miraron... algunos susurraron cosas sin sentido, porque sabían que yo era mejor, y me di cuenta que el mejor es el ciervo de todos, porque tiene la capacidad de hacer para muchos, o para pocos, pero tiene la capacidad.Y se miraron y callaron porque nadie podía decirme lo contrario; e igualmente hablaron a mis espaldas, pero ya nadie me podía decir quien era yo. Y me pregunté nuevamente: ¿Por qué quise despedirme antes de tiempo? ¿Por qué todo salía mal, por qué nadie me quería, o me amaba, por qué todos opinaban lo menos alegre? Y algo dentro de mi me dijo: Porque así lo decidiste. Y comprendí que las decisiones son mías. Y colgué mi traje lleno de golpes en un perchero viejo y lo dejé allí para que se pudriera con el tiempo.

Regresé desnuda, y elegí mi nueva piel."¡Como si fuese tan fácil!" pensé primero. Pero el primer paso era mío, y comprendí que tenía poder, y que mi poder me podía hacer cambiar, porque soy la dueña de éste momento en la vida. Y sonreí. Me puse de pie debajo del sol y hablè con Buddha, y entendí por qué la vida merece ser vivida. Toqué mi corazón y aunque estaba dolido, ciertamente se sentía bien. Era mi momento y aún estaba de pie; y era yo, nadie más que yo. Porque todos cayeron a mí alrededor, y aunque estaba sola, aún estaba de pie, y el cielo admiró mi valor porque así lo sentí en mi alma.

Sonreí y me dije: soy valiente. Alguien me respondió: SÍ. Solamente: SÍ. Volteé y seguí mi camino. Y aunque aún estoy golpeada, aún digo quien soy, y no me apabullan porque me descubrí y sólo hay silencio. Y descubrí, que no tenía que ser agresiva para demostrar que tengo valor, sino quedarme allí, para que vean como sigo firme, y ver sus rostros incrédulos. Después todos se preguntaron ¿Quién es ésa que se atreve a desafiar lo que pensamos de ella?

Y dije: Yo, soy yo. Y grité: ¡YO, SOY LO QUE SOY! Y todos corrieron a esconderse de mi presencia para inventarse nuevos discursos truncados en mi contra. Y sonreí una vez más, porque ahora sabía como caminar. Supe de mi valor y de mi pasión por seguir. Cerré mis ojos y agradecí por una nueva oportunidad. Y seguí mi camino...

A M A R

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Tú no sabes amar; ¿acaso intentas darme calor con tu mirada triste? El amor nada vale sin tormentas, ¡sin tempestades... el amor no existe para ti!

Y sin embargo ¿dices que me amas? No, no es el amor lo que hacia mí te mueve: el Amor es un sol hecho de llamas, y en los soles jamás cuaja la nieve.

¡El amor es volcán, es rayo, es lumbre, y debe ser devorador, intenso, debe ser huracán, debe ser cumbre... debe alzarse hasta Dios como el incienso!

¿Pero tú piensas que el amor es frío? ¿Que ha de asomar en ojos siempre yertos? ¡Con tu anémico amor... anda, bien mío, anda al osario a enamorar los muertos!


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**Anita**


EL ORIGEN DEL MIEDO

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EL ORIGEN DEL MIEDO

El estado de miedo psicológico está divorciado de cualquier peligro real e inmediato. Puede adoptar diversas formas: desazón, preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, etc. El miedo psicológico del que hablamos siempre se refiere a algo que podría ocurrir, no a algo que ya está ocurriendo. Tú estás en el aquí y ahora, mientras que tu mente está en el futuro. Esto crea una brecha de ansiedad. Y si te has identificado con tu mente y has perdido el poder y la simplicidad del ahora, esa brecha de ansiedad será tu constante compañera. Siempre puedes afrontar el momento presente, pero no puedes afrontar algo que sólo es una proyección mental; no puedes afrontar el futuro. Además, mientras sigas identificándote con tu mente, el ego dirigirá tu vida. Debido a su naturaleza fantasmal, y a pesar de sus elaborados mecanismos de defensa, el ego es muy vulnerable e inseguro, y se siente amenazado constantemente. Por cierto, esto sigue siendo verdadero aunque externamente esté muy seguro. Ahora bien, recuerda que una emoción es la reacción del cuerpo a la mente. ¿Qué mensaje recibe continuamente el cuerpo desde el ego, desde ese falso yo fabricado por la mente? peligro, estoy amenazada. ¿Y qué emoción genera este mensaje continuo? miedo, por supuesto. El miedo parece tener muchas causas: miedo a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran, y así sucesivamente; pero, en definitiva, todos los miedos pueden resumirse en el miedo del ego a la muerte, a la aniquilación, al exterminio. Para el ego, la muerte siempre está a la vuelta de la esquina. En este estado de identificación con la mente, el miedo a la muerte afecta a todos los aspectos de tu vida. Por ejemplo, algo tan aparentemente trivial y «normal» como la necesidad compulsiva de tener razón en una discusión y demostrar que el otro está equivocado —defender la posición mental con la que te has identificado— se debe al miedo a la muerte. Si te identificas con una posición mental y resulta que estás equivocado, tu sentido de identidad, basado en la mente, se sentirá bajo una seria amenaza de aniquilación. Por tanto, tú, como ego, no puedes permitirte estar equivocado. Equivocarse es morir. Esto ha motivado muchas guerras y ha causado la ruptura de innumerables relaciones. Cuando dejas de identificarte con la mente, el hecho de tener razón o estar equivocado es indiferente para tu sentido de identidad; de modo que esa necesidad compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente de tener razón, que es una forma de violencia, deja de estar presente. Puedes expresar cómo te sientes y lo que piensas con claridad y firmeza, pero tal expresión no estará teñida de agresividad ni actitud defensiva. Tu sentido de identidad deriva entonces de un lugar más profundo y verdadero dentro de ti, no de la mente. OBSERVA CUALQUIER ACTITUD DEFENSIVA que surja en ti. ¿Qué estás defendiendo? una identidad ilusoria, una imagen mental, una entidad ficticia. Haciendo consciente este patrón y observándolo, puedes romper la identificación con él. El patrón inconsciente comenzará a disolverse rápidamente a la luz de tu conciencia. Este es el final de todas las discusiones y juegos de poder, que son tan corrosivos para las relaciones. El poder sobre los demás es debilidad disfrazada de fuerza. El verdadero poder está dentro, y está a tu disposición ahora. La mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de él. En otras palabras: cuanto más te identificas con tu mente, más sufres. O puedes decirlo de este otro modo: cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento, más libre de la mente egoista. Si no deseas crear más dolor para ti misma ni para los demás, si no quieres añadir más dolor al residuo del pasado que aún vive en ti, no crees más tiempo, o crea el imprescindible para gestionar los aspectos prácticos de la vida. ¿Cómo dejar de crear tiempo? DATE CUENTA INEQUÍVOCAMENTE DE QUE EL MOMENTO PRESENTE es lo único que tienes. Haz del ahora el centro fundamental de tu vida. Si antes vivías en el tiempo y hacías breves visitas al ahora, establece tu residencia habitual en el ahora y haz breves visitas al pasado y al futuro cuando tengas que resolver los asuntos prácticos de tu vida. Di siempre «sí» al momento presente. ACABA CON LA ILUSIÓN DEL TIEMPO. La clave es ésta: acaba con la ilusión del tiempo. Tiempo y mente son inseparables. Retira el tiempo de la mente y ésta se para, a menos que elijas usarla. Estar identificada con la mente es estar atrapada en el tiempo. Vives de forma compulsiva y, casi exclusivamente, mediante el recuerdo y la anticipación. Esto produce una preocupación interminable por el pasado y el futuro, y una falta de disposición a honrar y reconocer el momento presente y permitir que sea. La compulsión surge porque el pasado te da una identidad y el futuro contiene una promesa de salvación, de una realización de algún tipo. Ambas son ilusiones. Cuanto más te enfocas en el tiempo —pasado y futuro— más pierdes el ahora, lo más precioso que hay. ¿Por qué es lo más precioso? En primer lugar, porque es lo único que hay. Es todo lo que hay. El eterno presente es el espacio dentro del que se despliega tu vida, el único factor que permanece constante. La vida es ahora. No ha habido nunca un momento en que tu vida no fuera ahora, ni lo habrá jamás. En segundo lugar, el ahora es el único punto que puede llevarte más allá de los limitados confines de la mente. Es tu único punto de acceso al reino informe e intemporal del Ser. ¿Has experimentado, hecho, pensado o sentido algo fuera del momento presente? ¿Piensas que lo harás alguna vez? ¿Es posible que algo ocurra fuera del ahora? La respuesta es evidente, ¿no es cierto? Nada ocurrió nunca en el pasado; ocurrió en el ahora. Nada ocurrirá nunca en el futuro; ocurrirá en el ahora. La esencia de lo que estoy diciendo aquí no puede entenderse mentalmente. En el momento que lo entiendes, se produce un cambio de conciencia de la mente al Ser, del tiempo a la presencia. De repente, todo se vivifica, irradia energía, emana Ser.

"No recuerdo tristezas, ni llantos, ni penas, ni dolores, ni siquiera recuerdo silencios oscuros, solo tengo de ti, tu sonrisa y tu bello estar conmigo" Anita

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RELACIONES DE AMOR-ODIO

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DE LAS RELACIONES ADICTIVAS A LAS RELACIONES ILUMINADAS
RELACIONES DE AMOR-ODIO
A menos que accedas a la frecuencia consciente de la presencia, todas las relaciones, y en particular las relaciones íntimas, acabarán fracasando y siendo disfuncionales. Puede que parezcan perfectas durante un tiempo, mientras estás «enamorado», pero esa perfección se altera invariablemente a medida que van produciéndose discusiones, conflictos, insatisfacciones y violencia emocional o incluso física, momentos de tensión que suceden con creciente frecuencia.
Parece que la mayoría de las «relaciones amorosas» pasan a convertirse muy pronto en relaciones de amor-odio. En ellas, el amor puede dar paso en un abrir y cerrar de ojos a una agresividad salvaje, a sentimientos de hostilidad o a la total ausencia del afecto. Esto se considera normal.
Si en tus relaciones experimentas tanto un sentimiento de «amor» como su opuesto —agresividad, violencia emocional, etc.— entonces es muy probable que estés confundiendo el apego adictivo del ego con el amor. No puedes amar a tu compañero o compañera un momento y atacarle al siguiente. El verdadero amor no tiene opuesto. Si tu «amor» tiene un opuesto, entonces no es amor, sino la intensa necesidad del ego de una identidad más completa y profunda, necesidad que la otra persona cubre temporalmente. Este es el sustituto de la salvación que propone el ego, y durante un breve episodio parece una verdadera salvación.
Pero llega un momento en que tu pareja deja de actuar de la manera que satisface tus demandas, o más bien las de tu ego. Los sentimientos de miedo, dolor y carencia, que son parte intrínseca del ego pero habían quedado tapados por la «relación amorosa», vuelven a salir a la superficie.
Como en cualquier otra adicción, pasas buenos momentos cuando la droga está disponible, pero, invariablemente, acaba llegando un momento en el que ya no te hace efecto.
Por eso, cuando los sentimientos dolorosos reaparecen los sientes con más intensidad que antes y, lo que es peor, ahora percibes que quien los causa es tu compañero o compañera. Esto significa que los proyectas fuera de ti y atacas al otro con toda la violencia salvaje de tu dolor.
Tu ataque puede despertar el dolor de tu pareja, que posiblemente contraatacará. Llegados a este punto, el ego sigue esperando inconscientemente que su ataque o sus intentos de manipulación sean castigo suficiente para inducir un cambio de conducta en la pareja, de modo que pueda seguir sirviendo de tapadera del dolor.
Todas las adicciones surgen de una negativa inconsciente a encarar y traspasar el propio dolor. Todas las adicciones empiezan con dolor y terminan con dolor. Cualquiera que sea la sustancia que origine la adicción —alcohol, comida, drogas (legales o ilegales) o una persona—, estás usando algo o a alguien para encubrir tu dolor.
Por eso hay tanto dolor e infelicidad en las relaciones íntimas en cuanto pasa la primera euforia. Las relaciones mismas no son la causa del dolor y de la infelicidad, sino que sacan a la superficie el dolor y la infelicidad que ya están en ti. Todas las adicciones lo hacen. Llega un momento en que la adicción deja de funcionar y sientes el dolor con más intensidad que nunca.
Ésta es la razón por la que la mayoría de la gente siempre está intentando escapar del momento presente y buscar la salvación en el futuro. Si concentras tu atención en el ahora, lo primero que encontrarías sería tu propio dolor, y eso es lo que más temes. ¡Si supieras lo fácil que es acceder ahora al poder de la presencia que disuelve el pasado y su dolor, a la realidad que disuelve la ilusión! ¡Si supieras lo cerca que estás de tu propia realidad, lo cerca que estás de Dios!
Eludir las relaciones en un intento de evitar el dolor tampoco soluciona nada. El dolor sigue allí de todos modos. Es más probable que te obliguen a despertar tres relaciones fracasadas en otros tantos años que pasar tres años en una isla desierta o encerrada en tu habitación. Pero si puedes llevar una intensa presencia a tu soledad, eso podría funcionar para ti.
DE LAS RELACIONES ADICTIVAS A LAS RELACIONES ILUMINADAS
TANTO SI VIVES SOLA COMO SI VIVES EN PAREJA, la clave es estar presente e intensificar progresivamente tu presencia mediante la atención al ahora.
Si quieres que florezca el amor, la luz de tu presencia debe ser lo suficientemente intensa como para no verte arrollada por el pensador o por el cuerpo-dolor, ni los confundas con quien eres. Conocerse como el Ser que está debajo del pensador, la quietud que está debajo del ruido mental, el amor y la alegría que se encuentran debajo del dolor, eso es libertad, salvación, iluminación.
Desidentificarse del cuerpo-dolor es llevar la presencia al dolor y así transmutarlo. Desidentificarse del pensamiento es poder ser el observador silencioso de tus pensamientos y de tu conducta, especialmente de los patrones repetitivos de tu mente y de los roles que representa tu ego.
Si dejas de investirla de «yoidad», la mente pierde su cualidad compulsiva, formada básicamente por la constante tendencia a juzgar y a resistirse a lo que es, creando así conflicto, drama y más dolor. De hecho, en el momento en que dejas de juzgar y aceptas lo que es, eres libre de la mente. Has creado espacio para el amor, para la alegría, para la paz.
PRIMERO DEJAS DE JUZGARTE A TI MISMA; después dejas de juzgar a tu pareja. El mayor catalizador del cambio en las relaciones es la aceptación total de tu pareja tal como es, dejando completa- mente de juzgarla y de intentar cambiarla.
Eso te lleva inmediatamente más allá del ego. A partir de entonces todos los juegos mentales y el apego adictivo se acaban. Ya no hay víctimas ni verdugos, ni acusadores ni acusados.
La aceptación total también supone el final de la codependencia; ya no te dejas arrastrar por el patrón inconsciente de otra persona, favoreciendo de ese modo su continuidad. Entonces, o bien te separas —con amor—, o bien entran juntos más profundamente en el ahora, en el Ser. ¿Es así de simple? Sí, es así de simple.
El amor es un estado de Ser. Tu amor no está fuera; está en lo profundo de ti. Nunca puedes perderlo, no puede dejarte. No depende de otro cuerpo, de otra forma externa.
EN LA QUIETUD DE TU PRESENCIA puedes sentir tu propia realidad informe e intemporal: es la vida no manifestada que anima tu forma física. Entonces puedes sentir la misma vida en lo profundo de los demás seres humanos y de las demás criaturas. Miras más allá del velo de la forma y la separación. Esto es alcanzar la unidad. Esto es amor.
Aunque es posible tener breves atisbos, el amor no puede florecer a menos que estés permanentemente liberado de la identificación mental y tu presencia sea lo bastante intensa como para haber disuelto el cuerpo-dolor, o hasta que puedas, al menos, mantenerte presente como observadora. De ese modo, el cuerpo-dolor no podrá arrebatarte el control y destruir el amor.
LAS RELACIONES COMO PRÁCTICA ESPIRITUAL
Como los seres humanos nos hemos ido identificando progresivamente con la mente, la mayoría de las relaciones no tienen sus raíces en el Ser, y por eso se convierten en fuente de dolor, dominadas por problemas y conflictos.
Si las relaciones energetizan y expanden los patrones mentales del ego y activan el cuerpo-dolor, tal como ocurre actualmente, ¿por qué no aceptar este hecho en lugar de intentar huir de él? ¿Por qué no cooperar con él en lugar de evitar las relaciones o de seguir persiguiendo el fantasma de una pareja ideal que sea la respuesta a todos tus problemas o el complemento que te haga sentirte realizada?
El reconocimiento y la aceptación de los hechos te permite cierta libertad respecto a ellos.
Por ejemplo, cuando sabes que hay desarmonía y lo tienes presente, ese mismo hecho constituye un factor nuevo que no permitirá que la desarmonía se mantenga invariable.
Cuando sabes que no estás en paz, ese conocimiento crea un espacio tranquilo que envuelve tu falta de paz en un abrazo amoroso y tierno, y después transmuta en paz la ausencia de paz.
No hay nada que puedas hacer respecto de tu transformación interna. No puedes transformarte a ti misma y, ciertamente, no puedes transformar a tu pareja ni a ninguna otra persona. Lo único que puedes hacer es crear un espacio para que ocurra la transformación, para que entren la gracia y el amor en tu vida.
De modo que cuando veas que tu relación no funciona, cuando haga asomar tu «locura» y la de tu pareja, alégrate. Lo que era inconsciente está saliendo a la luz. Es una oportunidad de salvación.
REGISTRA CADA MOMENTO, registra en especial tu estado interno en cada momento. Si estás enfadada, debes saber que estás enfadada. Si te sientes celosa, si estás a la defensiva, si sientes el impulso de discutir, la necesidad de tener razón, si tu niño interno pide amor y atención o si sientes dolor emocional del tipo que sea, conoce la realidad de ese momento y registra ese conocimiento.
Entonces la relación se convierte en tu sadhana, tu práctica espiritual. Si observas un comportamiento inconsciente en tu pareja, rodéalo con el abrazo amoroso de tu conocimiento y no reacciones.
La inconsciencia y el conocimiento no pueden coexistir durante mucho tiempo, aunque el conocimiento no esté en la persona que actúa inconscientemente, sino en la otra. A la forma energética que reside detrás de la hostilidad y el ataque, la presencia del amor le resulta absolutamente intolerable. Si reaccionas a la inconsciencia de tu pareja, tú misma caes en la inconsciencia. Pero si a continuación recuerdas que has de conocer y registrar tu reacción, no se pierde nada.
Las relaciones nunca habían sido tan problemáticas y conflictivas como ahora. Como tal vez hayas percibido, su finalidad no es hacerte feliz o satisfacerte. Si sigues intentando alcanzar la salvación a través de una relación, te sentirás desilusionada una y otra vez. Pero si aceptas que la finalidad de las relaciones es hacerte consciente en lugar de hacerte feliz, entonces te ofrecerán salvación, y te habrás alineado con la conciencia superior que quiere nacer en el mundo.
Para quienes se aferren a los viejos patrones, cada vez habrá más dolor, violencia, confusión y locura.
¿Cuántas personas se requieren para hacer de tu vida una práctica espiritual? No te preocupes si tu pareja no quiere cooperar. La cordura —la conciencia— sólo puede llegar al mundo a través de ti. No tienes que esperar a que el mundo se vuelva cuerdo, o a que otra persona se vuelva consciente, para iluminarte. Podrías esperar eternamente.
No se acusen mutuamente de ser inconscientes. En el momento en que empiezas a discutir, té has identificado con una posición mental, y junto con esa posición estás defendiendo tu sentido de identidad. Entonces el ego se pone al mando. Estás siendo inconsciente. En ocasiones, puede ser apropiado que señales a tu pareja ciertos aspectos de su comportamiento. Si estás muy alerta, muy presente, podrás hacerlo sin que el ego se inmiscuya, sin culpar, acusar ni decir al otro que está equivocado.
Cuando tu compañero o compañera se comporte inconscientemente, renuncia a juzgarle. El juicio sólo sirve para confundir el comportamiento inconsciente de la otra persona con su identidad real o para proyectar tu propia inconsciencia en la otra persona y confundir tu proyección con su identidad.
Esta renuncia a juzgar no implica que no reconozcas la disfunción y la inconsciencia cuando las veas. Significa «ser el conocimiento» en lugar de «ser la reacción» y el juez. Entonces te liberarás totalmente de la necesidad de reaccionar, o reaccionarás conservando el conocimiento, el espacio en el que la reacción puede ser observada y se le permite ser. En lugar de luchar en la oscuridad, pones luz. En lugar de reaccionar a la ilusión, eres capaz de verla y de traspasarla.
Ser el conocimiento crea un espacio claro de presencia amorosa que permite a todas las personas y cosas ser como son. No hay mayor catalizador de la transformación. Si haces de esto tu práctica, tu pareja no podrá seguir a tu lado y continuar siendo inconsciente.
Si los dos llegan al acuerdo de que la relación va a ser vuestra práctica espiritual, tanto mejor. Entonces podràn expresar sus pensamientos, sentimientos o reacciones en cuanto se produzcan, de modo que no crearàn un desfase temporal que pudiera agriar una emoción no reconocida ni expresada.
APRENDE A EXPRESAR lo que sientes sin culpar.
Aprende a escuchar a tu pareja de manera abierta, sin ponerte a la defensiva.
Dale espacio para expresarse. Mantente presente. Acusar, defenderse, atacar, todos los patrones diseñados para fortalecer o proteger el ego, o para satisfacer sus necesidades, están de más. Es vital dar espacio a los demás y también dártelo a ti misma. El amor no puede florecer sin espacio.
Cuando hayas resuelto los dos factores que destruyen las relaciones, es decir, cuando hayas transmutado el cuerpo-dolor y dejes de identificarte con la mente y las posiciones mentales —y siempre que tu pareja haya hecho lo mismo—, experimentarás la dicha del florecer de una relación. En lugar de reflejarse mutuamente el dolor y la inconsciencia, en lugar de satisfacer sus necesidades egocéntricas, se reflejarà el amor que senten en su interior, el amor que acompaña a la toma de conciencia de vuestra unidad con todo lo que es.
Ése es el amor que no tiene opuesto.
Si tu pareja sigue estando identificada con la mente y el cuerpo-dolor, y tú ya te has liberado, esto representará un gran reto, pero no para ti, sino para tu pareja. No es fácil vivir con una persona iluminada o, más bien, es tan fácil que el ego se siente amenazado.
Recuerda que el ego necesita problemas, conflictos y «enemigos» que fortalezcan su sensación de separación, de la que depende su identidad. La mente no iluminada de tu pareja se sentirá muy frustrada porque no te resistes a sus posiciones mentales fijas, lo que significa que se irán debilitando y temblarán, e incluso existe el «peligro» de que se derrumben, produciendo una pérdida de identidad.
El cuerpo-dolor está pidiendo feedback y no lo está obteniendo. La necesidad de argumentar, dramatizar y estar en conflicto no está siendo satisfecha.
RENUNCIA A LA RELACIÓN CONTIGO MISMA
Iluminado o no, sigues siendo un hombre o una mujer, de modo que en lo relativo a tu identidad en la forma sigues estando incompleto. Eres la mitad de un todo. Esta falta de totalidad se siente como atracción hombre-mujer, el tirón hacia la energía de la polaridad opuesta, por muy consciente que seas. Pero, en el estado de conexión interna, sientes ese tirón en la superficie o en la periferia de tu vida.
Esto no significa que no te relaciones profundamente con los demás o con tu pareja. De hecho, sólo puedes relacionarte profundamente si eres consciente de Ser. Viniendo del Ser, eres capaz de concentrar la atención más allá del velo de la forma. En el Ser, hombre y mujer son uno. Puede que tu forma siga teniendo ciertas necesidades, pero el Ser no tiene ninguna. Ya es completo y total. Si esas necesidades se satisfacen, es muy hermoso, pero no supone ninguna diferencia para tu estado interno profundo.
Por eso es perfectamente posible que una persona iluminada, si no satisface la necesidad de una polaridad masculina o femenina, sienta que le falta algo o que está incompleta en el nivel externo de su ser, y al mismo tiempo puede estar totalmente completa, satisfecha y en paz por dentro.
Si no puedes sentirte a gusto cuando estás sola, buscarás una relación para remediar tu inquietud. Puedes estar segura de que la incomodidad reaparecerá bajo otra forma dentro de la relación, y probablemente pensarás que tu pareja es responsable de ello.
LO ÚNICO QUE TIENES QUE HACER ES ACEPTAR PLENAMENTE ESTE MOMENTO. Entonces puedes estar cómodo en el aquí y ahora, y a gusto contigo misma.
Pero ¿necesitas tener una relación contigo misma? ¿Por qué no puedes simplemente ser tú misma? Para tener una relación contigo misma te divides en dos: «yo» y «mí misma», sujeto y objeto. Esta dualidad mental es la causa fundamental de toda la complejidad innecesaria, de todos los problemas y conflictos de tu vida.
En el estado de iluminación, tú eres tú misma: «tú» y «tú misma» se funden en uno. No te juzgas, ni sientes pena por ti, ni te sientes orgullosa de ti, ni te quieres, ni te odias, etc. La división causada por la conciencia autorreflexiva queda sanada, la maldición desaparece. Ya no hay un «yo» que tengas que proteger, defender o alimentar.
Cuando estás iluminada, hay una relación que dejas de tener: la relación contigo misma. Una vez que has renunciado a ella, todas las demás relaciones serán relaciones de amor.

Practicando el Poder del Ahora

Título Original: Practicing the Power of Now –